MADERA POLICROMADA; 150 CM.
FERNADO ESTÉVEZ; LA OROTAVA, 1828
Símbolo de la renovación artística llevada a cabo tras la designación catedralicia, esta espléndida imagen supone una de las piezas más singulares de la producción del célebre escultor Fernando Estévez ( La Orotava 1788 - La Laguna 1854). Esto es debido a que hasta el momento es el único Crucificado documentado a este artífice y además porque es una de las pocas obras de talla de su catálogo, en el que predominan las imágenes de candelero aquellas trabadas con telas encoladas.
Desde el punto de vista artístico, es una destacada obra, puesto que revela las grandes dotes escultóricas de Estévez y porque presenta un perfecto estudio de la anatomía humana bajo sobrias pautas clasicistas. Pero el esquema compositivo y estilístico de la misma parece estar basado en el Cristo de la Sala Capitular de la Catedral de Santa Ana, obra de Luján Pérez datada en 1793 por Santiago Tejera. El paralelismo entre la escultura de La Laguna y aquella grancanaria es evidente: ambas muestran un perfecto estudio de elegantes formas, representan a un Cristo muerto cuyo rostro sin robustez cae sobre el hombro izquierdo, sus cuerpos mínimamente ensangrentados se precipitan por su peso hacia el lado izquierdo, presentan un similar paño de pureza...
A pesar de ello encontramos en el Cristo de Estévez una belleza un tanto idealizada, preocupada principalmente en el correcto modelado y en la búsqueda de la perfección anatómica. Por ello ésta posee una complexión más débil y se convierte en una imagen a la que falta cierto realismo.
Sin embargo estas dos imágenes clasicistas reproducen un esquema anterior que previamente había sido trabajada por escultores barrocos locales en sus crucificados; según la profesora Calero Ruiz este precedente se localiza en el Cristo ejecutado por Agustín Ruiz en 1604 para la Catedral grancanaria, si bien Fuentes Pérez lo sitúa en el Crucificado de la parroquial de Agüimes, tallado por Diego Campos en 1718.
En un principio, la escultura formó parte de las piezas adquiridas para decorar la sala principal de las nuevas casas capitulares. Éstas habían sido construidas en el costado norte de la primitiva iglesia de los Remedios entre 1819 y 1822 por José Amaral; por ello la imagen se ha conocido como Cristo de la Salas Capitulares.
Desde 1827 el Deán Bencomo, como director de la obra, decidió gestionar la adquisición de un crucificado para estás salas en el mejor taller sevillano de su época. Sin embargo el alto costo que suponía este proyecto y los numerosos gastos de la nueva fábrica catedralicia, obligaron a rechazar tal idea. Por ello, como han puntualizado Darias Príncipe y Purriños Corbella, es el propio Cristóbal Bencomo quien una año más tarde -abril de 1828- encarga a Fernando Estévez la ejecución de esta obra. Pronto el escultor comienza a trabajar en la misma en su taller escultórico de la Villa de la Orotava, desde donde fue trasladada a La Laguna en el mes de noviembre.
En ese mismo mes el propio Estévez firma el recibo de ciento cincuenta pesos que anteriormente habían sido ajustados. Sin embargo más tarde el escultor remite una nota en la que exponía lo barato que se vio precisado a trabajar el Santo Cristo; por ello le son abonados cien pesos por el Cabildo como gratificación por el buen acabado de la escultura.
Así, inicialmente el Cristo fue colocado en la conocida como Cruz de filigrana para presidir la sala principal de aquellas dependencias capitulares, en la que además se instalaron ricas telas y retratos de Luis de la Cruz y Juan de Abreu para su ornato. Posteriormente tras ocupar distintas ubicaciones ha pasado a la sacristía mayor de la Catedral donde hoy se localiza
A pesar de ello encontramos en el Cristo de Estévez una belleza un tanto idealizada, preocupada principalmente en el correcto modelado y en la búsqueda de la perfección anatómica. Por ello ésta posee una complexión más débil y se convierte en una imagen a la que falta cierto realismo.
Sin embargo estas dos imágenes clasicistas reproducen un esquema anterior que previamente había sido trabajada por escultores barrocos locales en sus crucificados; según la profesora Calero Ruiz este precedente se localiza en el Cristo ejecutado por Agustín Ruiz en 1604 para la Catedral grancanaria, si bien Fuentes Pérez lo sitúa en el Crucificado de la parroquial de Agüimes, tallado por Diego Campos en 1718.
En un principio, la escultura formó parte de las piezas adquiridas para decorar la sala principal de las nuevas casas capitulares. Éstas habían sido construidas en el costado norte de la primitiva iglesia de los Remedios entre 1819 y 1822 por José Amaral; por ello la imagen se ha conocido como Cristo de la Salas Capitulares.
Desde 1827 el Deán Bencomo, como director de la obra, decidió gestionar la adquisición de un crucificado para estás salas en el mejor taller sevillano de su época. Sin embargo el alto costo que suponía este proyecto y los numerosos gastos de la nueva fábrica catedralicia, obligaron a rechazar tal idea. Por ello, como han puntualizado Darias Príncipe y Purriños Corbella, es el propio Cristóbal Bencomo quien una año más tarde -abril de 1828- encarga a Fernando Estévez la ejecución de esta obra. Pronto el escultor comienza a trabajar en la misma en su taller escultórico de la Villa de la Orotava, desde donde fue trasladada a La Laguna en el mes de noviembre.
En ese mismo mes el propio Estévez firma el recibo de ciento cincuenta pesos que anteriormente habían sido ajustados. Sin embargo más tarde el escultor remite una nota en la que exponía lo barato que se vio precisado a trabajar el Santo Cristo; por ello le son abonados cien pesos por el Cabildo como gratificación por el buen acabado de la escultura.
Así, inicialmente el Cristo fue colocado en la conocida como Cruz de filigrana para presidir la sala principal de aquellas dependencias capitulares, en la que además se instalaron ricas telas y retratos de Luis de la Cruz y Juan de Abreu para su ornato. Posteriormente tras ocupar distintas ubicaciones ha pasado a la sacristía mayor de la Catedral donde hoy se localiza
Por último, debe precisarse que la imagen además de la denominación de Cristo de la Salas Capitulares, es conocida como Cristo del Amor Misericordioso. Esto se debe a una inscripción que figuraba en un viejo altar del templo en el que durante algún tiempo estuvo instalado.
Precisamente con este último título procesiona en la Semana Santa lagunera -el Lunes Santo- con la cofradía de Cristo del Amor Misericordioso y Servidores del Templo. Incluso su paso procesional se ha enriquecido este año con la incorporación de la imagen de la Magdalena,obra asimismo de Estévez y que procede del primitivo paso de la Conversión de la Magdalena, reagrupado en esta misma exposición.
Juan Alejandro LORENZO LIMA «Cristo de las Salas Capitulares», Imágenes de fe. Catedral de La Laguna, 2000, p.64.